Un pequeño rayo de luz
penetró por entre la cortina posándose justo enfrente de mis pies. Eso fue lo
que me hizo despertar pues la oscuridad invadía el lugar y aquel pequeño rayo
de luz había roto con aquel escenario que muy cuidadosamente me empeñe en
crear. Pero debía agradecer que aquella luz se posara en cualquier lugar
excepto en mi blanquecina piel o en mis ahora opacos ojos ¿Cuántos días habían
pasado? No más de dos, me di cuenta por mí deteriorado aspecto y por la escena
en la que me encontraba. Destrucción.
¡Dos días! Sin duda no
son muchos, tampoco son una eternidad ni algo demasiado alejado a lo que
quisiera estar. La realidad es otra, porque a pesar de que han pasado dos
agotadores días aún se siente como si hubiera sido ayer. Como si ayer hubiera
sido el día en el que me dijeron que te habías ido para nunca más volver. Como
si a pesar del dolor mi mente se hubiera detenido en ese día, en ese tiempo y
en esos sentimientos. Aún puedo verme
gritando de dolor, desgarrándome la garganta de la manera más cruel. Aún logro
verme llorando mientras con los puños golpeo aquel viejo espejo que me hace ver
tan débil, justo como no debo de ser. Aún veo los pequeños y grandes trozos de
aquel espejo lacerando mi piel al romperse. Aún siento la ira, la frustración,
el dolor y la sangre que corre por mis dedos dejando un camino de color rojo
por toda la habitación y aún logro ver con toda nitidez aquella destrucción que
continuó por horas hasta que caí de rodillas pidiendo por ti.
Pero esos son
recuerdos, recuerdos que aunque sienta nítidos ya no están ahí. Ya no escucho
gritos de dolor por que mi garganta ya no puede darlos. Ya no hay sangre
brotando de mis manos por que esta se ha secado, aunque el dolor sigue ahí. Es
lo único verdadero, lo único nítido y “tangible” que me quedo. Las lágrimas hace
tiempo que cesaron, aunque casi puedo jurar que eran de sangre, pero jamás tendré
la certeza de ello. Jamás sabré si fueron lágrimas de sangre las que tiñeron mi
rostro de rojo o solo fue una triste ilusión que se proyecto gracias a algunas
heridas en este, consecuencia de mi horrible carácter y aquel espejo que destruí.
No lo puedo creer, no
lo quiero creer. Aún no puedo aceptar que te hayas ido, que tu nombre forma
parte ya de la lista de la muerte. Mi mente aún no lo puede creer, pues piensa
que todo esto es una broma cruel. Que en cualquier momento tú llamaras y dirás “Estoy bien. Voy en camino a verte.”, es
ingenua y ha dejado de estar cuerda ya y es por eso que me tiene con el celular
cerca por si eso llega a pasar. Tampoco mi cuerpo se cree que no estás pues te
extraña y pide a gritos por ti, me golpea para que te llame y acudas a mí.
Quiere tenerte cerca y abrazarte. Sentir tu calor.
Estoy tan débil y no sé
si es a causa del dolor o porque me he quedado inmóvil estos dos días. Siento
frío. Mi cuerpo parece una paleta de hielo, parece muerto, todo en mi parece
muerto. Es innegable, hasta mis ojos son dos círculos gélidos y opacos que no
se han cerrado más. Me quitaron todo. Todo lo que había en mi se lo llevaron.
Te arrebataron de mi lado y con eso se llevaron todo de mi, mi alegría, mi
razón para vivir, la vida misma, mis sueños, mi esperanza y amor. Solo tras
romper mi corazón y destrozar toda mi alma pude encontrar algo que me une a ti.
El dolor. Solo el dolor que siento por tu pérdida me acerca a ti, porque ya no
queda nada más.
Escucho pasos, ahí
vienen. Se han dado cuenta de mi dolor, que es eso lo único que me acerca a ti
y no pueden con ello. Vienen a llevárselo, eso que es lo único que tengo y me
han dejado. Me lo quitaran, se que así sera. Pero no los dejare, es un hecho
que no les permitiré llevarse nada más de mí, no pienso dejar que te arrebaten
de mí de nuevo. Están cada vez más cerca y en el estado en el que estoy me es
tan difícil pensar y sobre todo actuar. Pero tengo la solución, la tuve cerca
de mi poder mucho antes de saber que vendrían, solo que me hacía falta valor
para usarla. Tocan la puerta, es hora de actuar, les escucho vociferar “¿Estás bien? Sal de ahí.”, pero no
lograran convencerme con sus dulces voces. Se lo que buscan y a lo que vienen,
y no lo conseguirán.
Mi cuerpo cae
pesadamente, inconsciente mucho antes de siquiera tocar el piso. El ruido
ensordecedor seguro que se sigue escuchando en la habitación. Mi mano ya sin
vida y sin fuerza deja caer la pesada pistola, que va a dar lejos de mí, pero
el torrente de sangre cálida que ha salido de mi cabeza la alcanza y la entibia
por algunos segundos. Es cierto, yo tenía razón. He salvado lo único que me
quedaba de ti. Lo conseguí…porque aquí en donde estoy…aún siento dolor.
Bathory Ø.